jueves, 7 de noviembre de 2024

Crónicas chilangas

 

Mi ciudad es chinampa
En un lago escondido
Es cenzontle que busca
En donde hacer nido
Reguilete que engaña la vista al girar


Viví por 36 años en la Ciudad de México. Y ahora que voy de visita pareciera que todo sigue igual y a la vez tan diferente. Y no solo en la ciudad. Me quedé en casa de mis papás y también ahí todo tiene un aire de nostalgia, pero ya nada es igual a cuando vivía ahí. Hasta el puesto de las gorditas ahogadas se ha modernizado: ahora anotan tu pedido en una tablet, que genera inmediatamente dos tickets: uno para el cliente y otro para la cocina. Ya no hay bancos en la barra y tienes que tomar tu pedido con una charola (como en cafetería estudiantil) para ir a comer a las mesas de afuera. 
Pero algo ha de tener de maravilloso la Ciudad de México que sigue arrastrando a millones de personas a vivir ahí. También es cierto que si no conoces otra cosa, la fuerza de la costumbre es muy fuerte. 
Después de vivir 6 años en otra ciudad, no comprendo cómo pasaba 2 horas en el auto camino al trabajo; y otras dos (o 3 en épocas decembrinas) de regreso a casa.


Sin embargo, al visitar el museo Franz Mayer volví a plantearme: ay, ¿y si regresáramos a vivir acá? Y venir con mis hijas a los museos, ir a la Roma a la casa del té que me gusta o ir a la Condesa a tomarme un café y una tarta de nata en El Péndulo. Al mismo tiempo me dio risa porque caí en el cliché de que la Ciudad de México es solo esa zona céntrica y burguesa. Pero no, también me gustaría ir por unos tacos al mercado de la Romero Rubio y caminar en el camellón que va de casa de mis papás a la panadería que vende las mejores conchas del mundo. Porque, ¿dónde más se va a encontrar uno a un vagabundo cantando a todo pulmón "De música ligera" por las calles del centro? 


En una esquina es muy fácil (que tú puedas ver)
A un niño que trabaja y finge (sonreír)
Lanzando pelotas (pa' vivir)
Solo es otro mal payaso (para ti)
También sin quererlo (puedes ver)
A un flaco extraño (gran fakir)
Que vive y vive (sin comer)
¡Lanzando fuego!
Gran circo es esta ciudad 


En fin, volví de nuevo a la tranquilidad de la ciudad de provincia, que tiene muchas comodidades y, aun así, sigue pareciendo un pueblo donde, si sales a cualquier lado, te encuentras a alguien conocido. Al menos logré recargar mi corazón (y mi panza) de todo lo bonito que dejé allá. Nos vemos pronto, Chilangolandia.

Transando de arriba abajo
Ahí va la chilanga banda
Chinchín si me la recuerdan
Carcacha y se les retacha



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