sábado, 17 de octubre de 2015

Retrato


Cuando entré al cuarto, ella estaba desnuda, con las piernas abiertas, tan natural como siempre. Apoyaba un pie en la cama y el otro en el suelo. Estaba viéndose las uñas de los pies. No sé si se dio cuenta de que la observaba lleno de deseo y admiración, pero no se inmutó. Parecía un cuadro costumbrista: la luz colándose por la ventana a través de una delgada cortina, sus pechos recargados sobre su muslo, su cabello mojado cubriéndole parte de la cara, dejando caer pequeñas gotas de agua sobre sus hombros, su piel morena y brillante, sus mejillas rosadas, como si mostraran un pudor que se contraponía a la imagen de su sexo expuesto, cálido, incitante...  


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